19 abr 2010

Expropiaciones en Ojos de Garza, Gran Canaria. 19-04-2010.

Maspalomas (Gran Canaria): Perseguidos por la expropiación.
En Ojos de Garza aún puede encontrarse a varios vecinos que ya han sufrido en sus carnes el amargo trance de hacer una maleta y ver cómo una piqueta tira sus casas.


Cruz tiene 82 años, un delicado estado de salud y un mosqueo soberano. "Dice que está hasta las narices. Así de fácil", resume su hijo Ramón. Su padre es uno de los pocos vecinos que viven en Ojos de Garza y que ha sufrido en sus carnes varias expropiaciones. En concreto dos, por obra y gracia del Gobierno central. En 1957 tuvo que hacer por primera vez las maletas y mudarse a Las Torrecillas, "cerca del castillo de Gando, donde había un buen puñado de pescadores", rememora su hijo ante la imposibilidad de que él pueda atender a la prensa.
En 1963, y esta vez con la Base Aérea de Gando como culpable indirecto, se vio de nuevo en la misma situación. La de ahora, la de 2010, puede ser la tercera expropiación a la que se tenga que enfrentar. Una vida dando saltos, y no por un capricho suyo precisamente, sino por los designios del destino y el tan cacareado progreso.

Ramón cuenta las idas y venidas de su padre con celeridad. "Tengo que estar en el Ayuntamiento en media hora", se justifica. Sus prisas contrastan con la parsimonia con la que AENA se toma ahora la mayor expropiación a la que ha hecho frente en toda su historia: 4.000 almas.

"Espero que esto sea otra cosa", advierte. "Cuando nos tuvimos que ir de Las Torrecillas, en la segunda expropiación, yo tenía sólo nueve años, pero mi padre, que trabajaba con Juliano Bonny en un almacén, no me ha dejado de recordar que en 1963 le dieron 40.000 pesetas de la época por la casa donde vivíamos. Una miseria. Con eso no le dio ni para comprar el solar aquí". Ese 'aquí' se refiere a la calle Córdoba del barrio de Ojos de Garza, donde una saga de varios hermanos, los Artiles Flores, terminó echando raíces. Ramón y su hermana siguen en el barrio, a la espera de acontecimientos. Y a la espera también de los famosos tasadores que deben pisar sus viviendas. "Hay mucha intriga y yo sólo pido que nos den lo que nos toca".

LO PEOR. Caso similar es el de Dolores Negrín, que con 72 años recuerda la expropiación a la que fue sometida en los 60 como si hubiese sido ayer mismo. "Fue el peor momento que he vivido en mi vida", sentencia. "Mi marido, José Vega Artiles, fallecido hace casi 20 años, sufrió la primera, la de los 50. Y luego nos tocó a los dos pasar por lo mismo en Las Torrecillas. Él era pescador, y aquella salida fue muy dura porque tuvo que cambiar las falúas y las nasas por el mundo de la construcción. Aquí nos plantamos, con cuatro niñas pequeñas. Imagínese..." La prole ya era entonces amplia, pero es que luego se duplicó. Lolita llegó a tener ocho crías. Hoy presume de 15 nietos.

"Sacaron a 30 ó 40 pescadores de allí. En nuestro caso, nos dieron 40.000 pesetas y otras 10.000 por cada hija. Todo se hizo en muy poco tiempo. Vinieron los de Aviación y se pusieron a hablar con los hombres de las familias, que las mujeres por entonces no abríamos la boca. Tocó resignarse, ¿Qué ibas a hacer en aquellos tiempos?", pregunta. Lolita alude entonces a la forma en la que se expandió Ojos de Garza. A su casa, levantada sobre un erial de 150 metros cuadrados que hoy se le ha quedado grande por mor de la emigración de aquellas alegres chiquillas, no llegó ni el agua ni la luz hasta finales de los 60 y principios de los 70. "La levantamos bloque a bloque, poco a poco, en muchos años..."

Cuatro décadas después, mira al futuro con desconfianza. "¿Otra expropiación más? Habrá que verla. Cuando se empezó a hablar de esto, en los 90, no nos lo creíamos. Sé que ellos [en alusión al Gobierno] son los que mandan, pero estoy muy apegada a esta casa. He vivido en ella incluso la muerte de mis seres queridos, y ya no sé ni dónde vamos a ir al final, que si Quintanilla, que si Las Tabaibas... Para mí la mejor expropiación que me podrían hacer ahora es la de Dios: Que me expropie él hasta el cementerio para estar con los míos", advierte desprendiendo impotencia.

Con el ánimo más calmado, aclara al instante: "Bueno, que me den lo que es mío. No quiero perder nada. Un saloncito, un patio para tender la ropa, una terracita..." Son, sin quererlo ni pretenderlo, dibujos mentales del que puede que sea su tercer hogar. El tiempo lo dirá...

ANTONIO JOSÉ FERNÁNDEZ - TELDE. – Laprovincia.es


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