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Las sanciones aprobadas el domingo por la Liga Árabe constituyen un castigo al régimen del presidente Bachar el Asad, pero afectarán a todo el país y pueden agravar a corto plazo el sangriento conflicto iniciado en marzo. El Gobierno sirio habla de “traición” y, por el momento, se muestra dispuesto a seguir utilizando al Ejército para sofocar la revuelta contra El Asad, que atribuye a “una conspiración extranjera”. Las sanciones se aplicarán de forma inmediata e incluyen la suspensión de transacciones con el Banco Central sirio.
Las sanciones aprobadas el domingo por la Liga Árabe constituyen un castigo al régimen del presidente Bachar el Asad, pero afectarán a todo el país y pueden agravar a corto plazo el sangriento conflicto iniciado en marzo. El Gobierno sirio habla de “traición” y, por el momento, se muestra dispuesto a seguir utilizando al Ejército para sofocar la revuelta contra El Asad, que atribuye a “una conspiración extranjera”. Las sanciones se aplicarán de forma inmediata e incluyen la suspensión de transacciones con el Banco Central sirio.
Las sanciones también incluyen la paralización de todas las inversiones que los Gobiernos de la Liga Árabe tenían previstas en el pais. Las medidas complicarán muchísimo el comercio exterior de un país cuyas reservas de divisas son ya muy bajas y agravarán la crisis económica. También se prohíbe a los dirigentes sirios que viajen a otros países árabes y se congelan los bienes de que disponen en esos países.
Los asesores económicos de la Liga Árabe se reunieron el pasado sábado en un hotel de El Cairo, porque la sede de la organización se encuentra en la plaza de Tahrir y se comprobó que resultaba muy difícil entrar y salir de ella a causa de la multitud concentrada en el lugar. Entre las propuestas elevadas por los asesores a los ministros de Finanzas figuraba también la cancelación del tráfico aéreo entre Siria y el resto de los países de la organización. Pero los jefes de la diplomacia consideraron durante la reunión de hoy que eso afectaría demasiado directamente a los ciudadanos sirios y prefirieron descartarlo.
El primer afectado por las sanciones fue el embajador de Siria ante la Liga Árabe. Aunque Siria fue temporalmente excluida de la organización, pese a su condición de país fundador, en la reunión anterior, el ministro quiso observar personalmente las negociaciones. Pero tuvo que abandonar El Cairo de forma apresurada, justo antes de que las sanciones entraran en vigor, para que no se le prohibiera embarcar en el avión por su condición de representante del régimen.
Las sanciones de la Liga Árabe no solo apuntan al Gobierno de Damasco. Han sido diseñadas para perjudicar también a la burguesía mercantil e industrial de la capital y Alepo, las dos mayores ciudades sirias. Hasta ahora, los dos principales centros urbanos del país han permanecido tranquilos y relativamente ajenos a la revuelta contra El Asad, cuyo régimen mantiene una histórica alianza con la burguesía.
A Siria le quedan aún dos aliados, por un lado, Líbano, un país en el que el régimen de Damasco mantiene una enorme influencia, y por otro, Irak, que no quiere complicaciones con su propia población chií, no respaldaron las sanciones. El hecho de que Líbano e Irak compartan fronteras con Siria permitirá probablemente al régimen de Bachar el Asad aliviar el bloqueo sobre su comercio exterior.
Líbano empieza a sufrir como propios los problemas de El Asad y su familia, un reducido grupo de personas que controlan los resortes económicos y militares de Siria. La Coalición Futuro del ex primer ministro libanés Saad Hariri celebró hoy grandes manifestaciones en Trípoli y Beirut contra el régimen sirio y contra su principal aliado libanés, la milicia chií Hezbolá, en estos momentos fuerza dominante en la política interna.
Hariri y su partido son suníes, gozan del respaldo de Arabia Saudí y quieren aprovechar los problemas de El Asad y de Hezbolá, cuatro de cuyos dirigentes han sido imputados por un tribunal de la ONU como responsables del asesinato de Rafik Hariri, padre de Saad, para recuperar el Gobierno de Beirut.
En los últimos días ha ampliado las operaciones militares contra la oposición, cuyos portavoces afirmaron que el domingo hubo 28 nuevos muertos en Homs y otras ciudades. La revuelta contra El Asad ya no es pacífica, cuenta con fuerzas compuestas por desertores del Ejército y grupos de civiles armados, y tampoco está dispuesta a detener sus operaciones. El pasado sábado fueron enterrados 22 soldados sirios, entre ellos seis pilotos, muertos cerca de Homs en una emboscada de la milicia insurgente.
La dureza con que la Liga Árabe se emplea contra Siria está relacionada con el desprecio de Bachar el Asad hacia el plan de paz propuesto por la organización. La Liga reclamó el derecho a enviar observadores a territorio sirio y exigió a El Asad que acuartelara su Ejército. Esto último suponía en la práctica casi una sentencia de muerte para el régimen, ya que sin presencia militar en las calles debería enfrentarse a manifestaciones masivas y concedería la iniciativa a los insurgentes armados. El Asad aceptó inicialmente el plan y luego se desdijo. Eso puso en marcha el mecanismo de las sanciones.
El régimen de Damasco ya sufre sanciones de la Unión Europea y Estados Unidos, que han afectado al petróleo y al turismo, que representan más de un tercio de los ingresos del Estado. También Turquía ha impuesto distintas sanciones a su antiguo aliado.
Los asesores económicos de la Liga Árabe se reunieron el pasado sábado en un hotel de El Cairo, porque la sede de la organización se encuentra en la plaza de Tahrir y se comprobó que resultaba muy difícil entrar y salir de ella a causa de la multitud concentrada en el lugar. Entre las propuestas elevadas por los asesores a los ministros de Finanzas figuraba también la cancelación del tráfico aéreo entre Siria y el resto de los países de la organización. Pero los jefes de la diplomacia consideraron durante la reunión de hoy que eso afectaría demasiado directamente a los ciudadanos sirios y prefirieron descartarlo.
El primer afectado por las sanciones fue el embajador de Siria ante la Liga Árabe. Aunque Siria fue temporalmente excluida de la organización, pese a su condición de país fundador, en la reunión anterior, el ministro quiso observar personalmente las negociaciones. Pero tuvo que abandonar El Cairo de forma apresurada, justo antes de que las sanciones entraran en vigor, para que no se le prohibiera embarcar en el avión por su condición de representante del régimen.
Las sanciones de la Liga Árabe no solo apuntan al Gobierno de Damasco. Han sido diseñadas para perjudicar también a la burguesía mercantil e industrial de la capital y Alepo, las dos mayores ciudades sirias. Hasta ahora, los dos principales centros urbanos del país han permanecido tranquilos y relativamente ajenos a la revuelta contra El Asad, cuyo régimen mantiene una histórica alianza con la burguesía.
A Siria le quedan aún dos aliados, por un lado, Líbano, un país en el que el régimen de Damasco mantiene una enorme influencia, y por otro, Irak, que no quiere complicaciones con su propia población chií, no respaldaron las sanciones. El hecho de que Líbano e Irak compartan fronteras con Siria permitirá probablemente al régimen de Bachar el Asad aliviar el bloqueo sobre su comercio exterior.
Líbano empieza a sufrir como propios los problemas de El Asad y su familia, un reducido grupo de personas que controlan los resortes económicos y militares de Siria. La Coalición Futuro del ex primer ministro libanés Saad Hariri celebró hoy grandes manifestaciones en Trípoli y Beirut contra el régimen sirio y contra su principal aliado libanés, la milicia chií Hezbolá, en estos momentos fuerza dominante en la política interna.
Hariri y su partido son suníes, gozan del respaldo de Arabia Saudí y quieren aprovechar los problemas de El Asad y de Hezbolá, cuatro de cuyos dirigentes han sido imputados por un tribunal de la ONU como responsables del asesinato de Rafik Hariri, padre de Saad, para recuperar el Gobierno de Beirut.
En los últimos días ha ampliado las operaciones militares contra la oposición, cuyos portavoces afirmaron que el domingo hubo 28 nuevos muertos en Homs y otras ciudades. La revuelta contra El Asad ya no es pacífica, cuenta con fuerzas compuestas por desertores del Ejército y grupos de civiles armados, y tampoco está dispuesta a detener sus operaciones. El pasado sábado fueron enterrados 22 soldados sirios, entre ellos seis pilotos, muertos cerca de Homs en una emboscada de la milicia insurgente.
La dureza con que la Liga Árabe se emplea contra Siria está relacionada con el desprecio de Bachar el Asad hacia el plan de paz propuesto por la organización. La Liga reclamó el derecho a enviar observadores a territorio sirio y exigió a El Asad que acuartelara su Ejército. Esto último suponía en la práctica casi una sentencia de muerte para el régimen, ya que sin presencia militar en las calles debería enfrentarse a manifestaciones masivas y concedería la iniciativa a los insurgentes armados. El Asad aceptó inicialmente el plan y luego se desdijo. Eso puso en marcha el mecanismo de las sanciones.
El régimen de Damasco ya sufre sanciones de la Unión Europea y Estados Unidos, que han afectado al petróleo y al turismo, que representan más de un tercio de los ingresos del Estado. También Turquía ha impuesto distintas sanciones a su antiguo aliado.
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