Kigoma (Tanzania): Los niños de Sanganigwa.
No todos los niños de este orfanato de Tanzania van a la escuela, y los que tienen esa suerte, tardan una hora a pie (4 Km) en llegar.
No todos los niños de este orfanato de Tanzania van a la escuela, y los que tienen esa suerte, tardan una hora a pie (4 Km) en llegar.
Muy cerca del centro de la población de Kigoma, al oeste del país, existe Sanganigwa Children's Home, un orfanato que acoge niños y niñas de diferentes países africanos pero muchos de la propia Tanzania.
Ahora mismo hay unos 37 niños de entre 6 y 20 años que conviven a diario y tratan de pasárselo lo mejor que pueden. Los más mayores intentan centrarse en algo que les guste y pasan más horas estudiando, tanto en la escuela como en el orfanato, con el fin de poder estudiar una diplomatura o escuela superior para así encontrar un trabajo mejor. La mayoría de veces no depende tanto de su voluntad estudiantil como de la capacidad económica, que es el principal problema. Una vez acaban las secundaria, con unos 19 o 20 años, el orfanato les sigue ayudando un año más, tiempo que tienen para encontrar un trabajo o una ocupación que les permita tirar adelante por ellos mismos.
Un día cualquiera
En el orfanato la jornada empieza pronto. Sobre las seis de la mañana los niños se levantan y sobre las siete empiezan a andar hacia el colegio. No todos van a la misma escuela, pero los más mayores tienen hasta una hora a pie (unos 4km aproximadamente) hasta que no llegan al colegio. En la mayoría de casos tienen clase hasta las dos y luego van a comer al orfanato. Normalmente de cuatro a seis de la tarde tienen deberes con un profesor que les guía y luego tienen tiempo libre para jugar o emplearlo en lo que deseen.
Eso pasa cada día excepto los miércoles, que es el día de cleaning arround, donde los niños recogen los plásticos y papeles que hay en el recinto del orfanato, ya que aquí la cultura del medioambiente no está nada aposentada en la mente de la gente, todo lo que quieren tirar va al suelo. Hasta tal punto es así, que en la calle no hay ni una sola papelera, todo, absolutamente todo va a parar al suelo; no tienen la necesidad de mantener un entorno limpio. También es verdad que lo que prima son otras cosas, comer, trabajar y la familia, de modo que fuera de esto no hay nada tan importante.
Esto va relacionado con la gran pasión que tienen por hacer fuegos. En un principio se hace fuego cuando una persona llega a una cierta edad y dependiendo de lo grande que sea el fuego esa persona vivirá más o menos. Lo que sucede es que tengan la edad que tengan no paran de hacer fuegos, pequeños, mayores, da igual, la cuestión es quemar todo aquello que no pueden destruir, como la basura o residuos que no podrían desparecer de ninguna otra forma.
Intentado ayudar
No vine a Kigoma por casualidad. Vine a este remoto sitio del mundo a intentar ayudar de la forma que se me pidiese a los niños de Sanganigwa. Junto con mi madre ofrecimos hacer muñecos de trapo, tejer a mano con media y con ganchillo para que pudieran ser capaces de hacer su propia ropa y poder, también, comercializarla.
En un principio pensábamos que solamente las niñas estarían dispuestas a hacer este tipo de actividad, pero la sorpresa fue nuestra cuando cada vez más niños van aprendiendo a tejer. Así que cada tarde estamos unas cuantas horas en el orfanato compartiendo espacio y tarea con los niños y niñas de Sanganigwa. Al mismo tiempo también se nos va ocurriendo otras manualidades que a los niños no dejan de gustarles.
Los niños suelen jugar a fútbol en una cancha polvorienta con porterías hechas de palos de madera y capitaneados por un entrenador al que le falta media pierna. Es irónico antes de cada partido le hace entrenar duro, muy duro, creo que no sería capaz de seguir el ritmo. Sin embargo a veces juego con ellos y la verdad es que el polvo que se levanta es realmente molesto, más aun cuando estas acostumbrado a jugar en campos de hierba y con zapatillas.
Un día Brighton, un chaval muy simpático de unos 12 años, me hizo entender amablemente que me invitaba a jugar con ellos al fútbol. Seguidamente yo le señalé mis pies, haciéndole ver que llevaba puestas unas chanclas y que por lo tanto ese día no podría jugar. Él asentó sin sorpresa y siguió andando. A continuación pensé: que excusa es esa para un niño que va descalzo todo el día y que por supuesto juega a fútbol también descalzo.
Ahora mismo hay unos 37 niños de entre 6 y 20 años que conviven a diario y tratan de pasárselo lo mejor que pueden. Los más mayores intentan centrarse en algo que les guste y pasan más horas estudiando, tanto en la escuela como en el orfanato, con el fin de poder estudiar una diplomatura o escuela superior para así encontrar un trabajo mejor. La mayoría de veces no depende tanto de su voluntad estudiantil como de la capacidad económica, que es el principal problema. Una vez acaban las secundaria, con unos 19 o 20 años, el orfanato les sigue ayudando un año más, tiempo que tienen para encontrar un trabajo o una ocupación que les permita tirar adelante por ellos mismos.
Un día cualquiera
En el orfanato la jornada empieza pronto. Sobre las seis de la mañana los niños se levantan y sobre las siete empiezan a andar hacia el colegio. No todos van a la misma escuela, pero los más mayores tienen hasta una hora a pie (unos 4km aproximadamente) hasta que no llegan al colegio. En la mayoría de casos tienen clase hasta las dos y luego van a comer al orfanato. Normalmente de cuatro a seis de la tarde tienen deberes con un profesor que les guía y luego tienen tiempo libre para jugar o emplearlo en lo que deseen.
Eso pasa cada día excepto los miércoles, que es el día de cleaning arround, donde los niños recogen los plásticos y papeles que hay en el recinto del orfanato, ya que aquí la cultura del medioambiente no está nada aposentada en la mente de la gente, todo lo que quieren tirar va al suelo. Hasta tal punto es así, que en la calle no hay ni una sola papelera, todo, absolutamente todo va a parar al suelo; no tienen la necesidad de mantener un entorno limpio. También es verdad que lo que prima son otras cosas, comer, trabajar y la familia, de modo que fuera de esto no hay nada tan importante.
Esto va relacionado con la gran pasión que tienen por hacer fuegos. En un principio se hace fuego cuando una persona llega a una cierta edad y dependiendo de lo grande que sea el fuego esa persona vivirá más o menos. Lo que sucede es que tengan la edad que tengan no paran de hacer fuegos, pequeños, mayores, da igual, la cuestión es quemar todo aquello que no pueden destruir, como la basura o residuos que no podrían desparecer de ninguna otra forma.
Intentado ayudar
No vine a Kigoma por casualidad. Vine a este remoto sitio del mundo a intentar ayudar de la forma que se me pidiese a los niños de Sanganigwa. Junto con mi madre ofrecimos hacer muñecos de trapo, tejer a mano con media y con ganchillo para que pudieran ser capaces de hacer su propia ropa y poder, también, comercializarla.
En un principio pensábamos que solamente las niñas estarían dispuestas a hacer este tipo de actividad, pero la sorpresa fue nuestra cuando cada vez más niños van aprendiendo a tejer. Así que cada tarde estamos unas cuantas horas en el orfanato compartiendo espacio y tarea con los niños y niñas de Sanganigwa. Al mismo tiempo también se nos va ocurriendo otras manualidades que a los niños no dejan de gustarles.
Los niños suelen jugar a fútbol en una cancha polvorienta con porterías hechas de palos de madera y capitaneados por un entrenador al que le falta media pierna. Es irónico antes de cada partido le hace entrenar duro, muy duro, creo que no sería capaz de seguir el ritmo. Sin embargo a veces juego con ellos y la verdad es que el polvo que se levanta es realmente molesto, más aun cuando estas acostumbrado a jugar en campos de hierba y con zapatillas.
Un día Brighton, un chaval muy simpático de unos 12 años, me hizo entender amablemente que me invitaba a jugar con ellos al fútbol. Seguidamente yo le señalé mis pies, haciéndole ver que llevaba puestas unas chanclas y que por lo tanto ese día no podría jugar. Él asentó sin sorpresa y siguió andando. A continuación pensé: que excusa es esa para un niño que va descalzo todo el día y que por supuesto juega a fútbol también descalzo.
El Informador de Maspalomas.
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