Maspalomas (Gran Canaria): La clasificación para el Mundial de Sudáfrica une a los hondureños.
La concordia que generó el triunfo ante El Salvador dio nuevo impulso a la negociación entre los delegados de Zelaya y Micheletti.
La concordia que generó el triunfo ante El Salvador dio nuevo impulso a la negociación entre los delegados de Zelaya y Micheletti.
Lo que hace 40 años derivó en la llamada guerra del fútbol, esta vez se convirtió en motivo de fiesta y unión. El partido contra El Salvador, que dio a Honduras la clasificación para el Mundial de Sudáfrica, aportó alegría y convivencia a un país que lleva 110 días de enfrentamientos políticos y sociales. El ambiente de concordia que generó la victoria deportiva dio nuevo impulso al principio de acuerdo que lograron en la mesa de negociación los representantes del presidente depuesto Manuel Zelaya con los del gobernante de facto Roberto Micheletti.
La llegada del equipo nacional se convirtió en una gran celebración, que incluso pudo superar el desfile del Barça por las calles de Barcelona tras la conquista de la última Champions. En Honduras hay alegría colectiva. Y, por primera vez desde el golpe del 28 de junio, aflora la unidad nacional. Los televisores instalados en el aeropuerto de Tegucigalpa, que ofrecían la repetición del partido del miércoles entre El Salvador y Honduras, eran un testimonio de que el fútbol devolvió la sonrisa al país. Micheletistas y zelayistas se fundieron en una piña en la celebración del triunfo. La visita de la selección nacional al santuario de la Virgen de Suyapa, patrona del país, y el posterior recorrido por las calles de Tegucigalpa, paralizó a la capital.
Micheletti decretó festivo el jueves para que todos pudieran dar un grandioso recibimiento al equipo nacional; sin embargo, aclaró que eso no interrumpirá el diálogo que mantienen representantes del Gobierno de facto con los de Zelaya. "Le agradecemos mucho a los gringos (estadounidenses) por ese empate y ya somos mundialistas", dijo un exultante Micheletti. "Ellos nos quitaron la visa, pero nos la han devuelto para ir al Mundial", comentó Micheletti al referirse al rechazo de Estados Unidos al golpe de Estado, que motivó sanciones económicas y la retirada de visados para el propio presidente interino.
Micheletti se apuntó un tanto al homenajear en la Casa Presidencial a la selección hondureña. Junto a los ministros de su Gobierno, el gobernante de facto ofreció un almuerzo a los jugadores y cuerpo técnico de la selección, dirigida por el entrenador colombiano Reinaldo Rueda.
El delantero Carlos Pavón, un negro garífuna autor del gol ante El Salvador, dijo que "este triunfo se lo dedicamos a nuestro país que está en un momento crítico, la clasificación al Mundial nos ha unido a los hondureños".
"La gente de arriba tiene que arreglar esa situación" de la crisis política, dijo el atacante Walter Martínez a la agencia francesa AFP.
"Yo he estado más tiempo afuera y no entiendo mucho del problema pero el fútbol está sirviendo para unirnos", comentó el defensa Maynor Figueroa, que juega en el equipo ingles Wigan.
La mayoría de los hondureños olvidaron el duro enfrentamiento entre Zelaya y Micheletti. Para la población, la victoria de su selección es más importante que la larga crisis política. El diario La prensa tituló ayer "Locura y euforia por la selección". La clasificación al Mundial fue un bálsamo para una población que ha estado dividida y enfrentada. Pese al general clima festivo, un grupo que se manifestaba cerca del Hotel Clarion en que negociaban las dos delegaciones portaba una pancarta que decía "Honduras al Mundial y Zelaya a la presidencial".
Zelaya no pudo pisar la calle para unirse a la fiesta. Celebró la victoria en la embajada de Brasil, en donde está recluido desde que regresó al país el 21 de septiembre.
"Este triunfo ayudará a que en Honduras vuelva la paz y a que la gente sea feliz después de meses de tensiones, gracias a Dios hoy la gente puede celebrar. Hoy todos los hondureños somos mundialistas'', comentó el colombiano Reinaldo Rueda, seleccionador nacional de Honduras.
Es la segunda vez que Honduras acudirá a una cita mundialista, luego de su participación en el de España en 1982. Los hondureños son fanáticos del fútbol y de La H, nombre con el que se conoce al equipo nacional. Ojos llorosos, risas y abrazos por doquier, cohetes y petardos volando por los aires reflejaban la euforia general. La gente recorría en coche y a pie las calles y avenidas de las principales ciudades con enormes banderas y camisetas con la H de Honduras. Celebraron en plazas públicas, bares, restaurantes y centros comerciales, olvidando la crisis política que agobia a su nación.
''Aquí en la calle hay de todo: golpistas (a favor del gobierno del presidente de facto Roberto Micheletti) y de la resistencia (simpatizantes del presidente depuesto Zelaya), pero todos somos Honduras'', comentó Luis Reyes, un joven estudiante de informática.
Honduras necesitaba ganar para lograr su pase al Mundial, pero requería también forzosamente de un triunfo o un empate de Estados Unidos con Costa Rica, que ahora tiene que jugar una repesca con Uruguay para ir a Sudáfrica. Los hondureños estaban angustiados porque Costa Rica ganaba 2-0 en Estados Unidos. Después de un primer gol local en los minutos finales, el norteamericano Jonathan Bornstein se inventó un cabezazo que fue gritado más por los hondureños que por los mismos estadounidenses. Fueron los 60 segundos finales más conmovedores y dramáticos de los últimos decenios. Tras la remontada de los norteamericanos, el entusiasmo se desbordó en toda Honduras.
La selección estuvo bien arropada en San Salvador por miles de aficionados que viajaron de todos los rincones de Honduras hasta el vecino país.
La llegada del equipo nacional se convirtió en una gran celebración, que incluso pudo superar el desfile del Barça por las calles de Barcelona tras la conquista de la última Champions. En Honduras hay alegría colectiva. Y, por primera vez desde el golpe del 28 de junio, aflora la unidad nacional. Los televisores instalados en el aeropuerto de Tegucigalpa, que ofrecían la repetición del partido del miércoles entre El Salvador y Honduras, eran un testimonio de que el fútbol devolvió la sonrisa al país. Micheletistas y zelayistas se fundieron en una piña en la celebración del triunfo. La visita de la selección nacional al santuario de la Virgen de Suyapa, patrona del país, y el posterior recorrido por las calles de Tegucigalpa, paralizó a la capital.
Micheletti decretó festivo el jueves para que todos pudieran dar un grandioso recibimiento al equipo nacional; sin embargo, aclaró que eso no interrumpirá el diálogo que mantienen representantes del Gobierno de facto con los de Zelaya. "Le agradecemos mucho a los gringos (estadounidenses) por ese empate y ya somos mundialistas", dijo un exultante Micheletti. "Ellos nos quitaron la visa, pero nos la han devuelto para ir al Mundial", comentó Micheletti al referirse al rechazo de Estados Unidos al golpe de Estado, que motivó sanciones económicas y la retirada de visados para el propio presidente interino.
Micheletti se apuntó un tanto al homenajear en la Casa Presidencial a la selección hondureña. Junto a los ministros de su Gobierno, el gobernante de facto ofreció un almuerzo a los jugadores y cuerpo técnico de la selección, dirigida por el entrenador colombiano Reinaldo Rueda.
El delantero Carlos Pavón, un negro garífuna autor del gol ante El Salvador, dijo que "este triunfo se lo dedicamos a nuestro país que está en un momento crítico, la clasificación al Mundial nos ha unido a los hondureños".
"La gente de arriba tiene que arreglar esa situación" de la crisis política, dijo el atacante Walter Martínez a la agencia francesa AFP.
"Yo he estado más tiempo afuera y no entiendo mucho del problema pero el fútbol está sirviendo para unirnos", comentó el defensa Maynor Figueroa, que juega en el equipo ingles Wigan.
La mayoría de los hondureños olvidaron el duro enfrentamiento entre Zelaya y Micheletti. Para la población, la victoria de su selección es más importante que la larga crisis política. El diario La prensa tituló ayer "Locura y euforia por la selección". La clasificación al Mundial fue un bálsamo para una población que ha estado dividida y enfrentada. Pese al general clima festivo, un grupo que se manifestaba cerca del Hotel Clarion en que negociaban las dos delegaciones portaba una pancarta que decía "Honduras al Mundial y Zelaya a la presidencial".
Zelaya no pudo pisar la calle para unirse a la fiesta. Celebró la victoria en la embajada de Brasil, en donde está recluido desde que regresó al país el 21 de septiembre.
"Este triunfo ayudará a que en Honduras vuelva la paz y a que la gente sea feliz después de meses de tensiones, gracias a Dios hoy la gente puede celebrar. Hoy todos los hondureños somos mundialistas'', comentó el colombiano Reinaldo Rueda, seleccionador nacional de Honduras.
Es la segunda vez que Honduras acudirá a una cita mundialista, luego de su participación en el de España en 1982. Los hondureños son fanáticos del fútbol y de La H, nombre con el que se conoce al equipo nacional. Ojos llorosos, risas y abrazos por doquier, cohetes y petardos volando por los aires reflejaban la euforia general. La gente recorría en coche y a pie las calles y avenidas de las principales ciudades con enormes banderas y camisetas con la H de Honduras. Celebraron en plazas públicas, bares, restaurantes y centros comerciales, olvidando la crisis política que agobia a su nación.
''Aquí en la calle hay de todo: golpistas (a favor del gobierno del presidente de facto Roberto Micheletti) y de la resistencia (simpatizantes del presidente depuesto Zelaya), pero todos somos Honduras'', comentó Luis Reyes, un joven estudiante de informática.
Honduras necesitaba ganar para lograr su pase al Mundial, pero requería también forzosamente de un triunfo o un empate de Estados Unidos con Costa Rica, que ahora tiene que jugar una repesca con Uruguay para ir a Sudáfrica. Los hondureños estaban angustiados porque Costa Rica ganaba 2-0 en Estados Unidos. Después de un primer gol local en los minutos finales, el norteamericano Jonathan Bornstein se inventó un cabezazo que fue gritado más por los hondureños que por los mismos estadounidenses. Fueron los 60 segundos finales más conmovedores y dramáticos de los últimos decenios. Tras la remontada de los norteamericanos, el entusiasmo se desbordó en toda Honduras.
La selección estuvo bien arropada en San Salvador por miles de aficionados que viajaron de todos los rincones de Honduras hasta el vecino país.
El Informador de Maspalomas.
Noticias de Gran Canaria, Canarias, España.