Tenerife (Canarias): El periódico chicharrero 'El Día', aprovecha ahora la presencia de José Luis Rodríguez Zapatero en Lanzarote para redoblar su ataque a la españolidad de Canarias, calificar al presidente del Gobierno de "virrey" y reivindicar todavía con más fuerza la independencia del Archipiélago. Esos son los ejes del editorial publicado este domingo, bajo el elocuente título de "Cunde la idea de que no somos españoles".
El Díal dice: "Habla Zapatero durante su ignominiosa estancia en Lanzarote de que lo más duro de la destrucción del empleo ya ha pasado. Aunque los datos de otras instituciones ajenas al Gobierno de España ponen de relieve que la crisis todavía se seguirá agudizando, debemos recordarle al señor Zapatero que es difícil seguir destruyendo empleo con todas las personas que han ido al paro hasta la fecha. Al final estamos alcanzando la paz de los cementerios, dicho sea en el aspecto laboral.
¿Y qué ocurre, mientras tanto, con Canarias? ¿Qué sucede en estas Islas a las que el señor Zapatero ha venido como un virrey para afrenta de todos los canarios que ven en él a uno de los políticos que perpetúan nuestra situación colonial? Ocurre que no tenemos control sobre unos recursos que nos pertenecen, y que son esenciales para salir de la crisis, porque están en manos de los españoles. Así no podemos seguir. Canarias tiene que ser un país libre e independiente por muchas razones que hoy, un domingo de agosto, volvemos a enumerar. En primer lugar, nos obliga a luchar por nuestra independencia -siempre pacíficamente, como Gandhi- el respeto que le debemos a la memoria de nuestros antepasados los guanches. Un pueblo noble y pacífico, que poseía su estructura jerárquica, familiar y social y que fue masacrado sin piedad por las tropas regulares de Castilla y los mercenarios andaluces -y de otras tierras- que las acompañaban. Sólo el grito silencioso de los guanches que claman justicia desde sus tumbas tendría que despertar a todos los canarios auténticos, no a los paraestatales de CC y, dentro de este partido, a quienes se dedican a la política pura en Madrid, para complacencia de sus amos peninsulares que los tratan igual que hace un domador de circo con la foca que divierte a los espectadores; si actúa bien, le dan un pececillo como premio. A doña Ana Oramas, a don José Luis Perestelo y a don el otro les dan menos todavía. Les dan migajas, porque los españoles se han acostumbrado a contentarnos con poco. Como a los canarios que vuelan, nos ponen una lechuguita en la jaula para que vayamos picoteando, mientras ellos se zampan la parte del león que recaudan, o más bien que rapiñan, en estas Islas las oficinas de la Hacienda española.
El segundo gran motivo para ser independientes cuanto antes es la lejanía del continente. ¿Cómo puede pertenecerle a España un territorio que está en otro continente, a 1.400 kilómetros de sus costas y a 2.000 de su capital? ¿En qué cabeza puede caber semejante absurdo? Sólo en las cabezas de los españolistas -por ejemplo, Santiago Pérez, aunque no es el único; Ángel Isidro Guimerá también intentó que el Ayuntamiento de Santa Cruz se pronunciara al respecto-, así como en la testa de los amantes de la españolidad; una clase de individuos que se nos antoja más deleznable que la anterior, pues está formada, como diría ese gran patriota que es Antonio Cubillo, por "canarios de servicio". Canarios al servicio de la Metrópoli y de Las Palmas, añadimos por nuestra cuenta, a los que no les importa traicionar a su gente -como ha hecho la señora Oramas- a cambio de que la consideren en Madrid. Un grave error el suyo, pues los peninsulares jamás le tendrán respeto a un canario. De sobra saben en la capital de la Metrópoli que pueden tratarnos como les dé la gana. Lo lamentable, insistimos, son esos canarios españolistas -de servicio- que se vuelven locos de alegría con tal de complacer a sus amos. Son como lacayos que hasta hacen de felpudo para que sus amos se limpien las botas en ellos. Está también, como hemos insistido muchas veces, la amenaza de anexión de Marruecos y el imperioso mandato del Comité de Descolonización de los Pueblos de las Naciones Unidas, que ha establecido el año 2010 como fecha tope para que España libere a Canarias de su yugo esclavizante.
Ese papel servil que acabamos de mencionar lo desempeña en el Archipiélago la tercera isla, la más desangelada y la más carente de bellezas naturales, que trata de suplir sus limitaciones apoderándose de lo que tienen las demás. Incluso de sus tradiciones, costumbres y festividades. Y cuando ya no tienen más que usurpar, o esa usurpación resultaría demasiado evidente hasta el extremo de volverse contra ellos mismos, se inventan una tradición. Es lo que han hecho con la llamada Fiesta de la Rama. ¿Fiesta de la Rama?, nos preguntamos. ¿De qué rama, si ni siquiera hay una ramita en toda la isla? ¿No se han dado cuenta de que viven rodeados de secarrales con aguas salobres y calvos de montes? Sin embargo, haciendo gala de una desfachatez que no conoce límites -en buena medida debido a las ínfulas de grandeza que les infunden sus dirigentes políticos-, los canariones proclaman la fiesta de la Rama como un acontecimiento mundial. No obstante, se trata de algo inodoro, incoloro e insípido y carente por completo de gracia. Lo cual no impide que den rienda suelta a su megalomanía. Los dos periódicos que se editan en Las Palmas han publicado cifras bastante dispares en cuanto a la asistencia de personas a esa fiestecita. Uno afirma que fueron más de 50.000, mientras que otro habla sólo de 20.000. ¿Dónde están las 30.000 que faltan? ¿En el imaginario de la grandeza canariona? ¿En su "portuguesismo" crónico? Empiecen por ponerse de acuerdo.
¿Por qué, si hay tantas razones para nuestra independencia, permanece aún adormecido el pueblo canario? Está claro que el colonialismo español nos hunde. El Gobierno de Zapatero está acabando con España y España está acabando con nosotros. Sin embargo, el temor -o el terror- a la fuerza de las Fuerzas nos mantiene presos de la Metrópoli. Fuerzas que admiramos, lo decimos un día más, por su abnegación y disciplina. Ojalá fueran nuestras. Pero no lo son. Mientras estén aquí, el Gobierno de España puede utilizarlas en cualquier momento como una herramienta represora. Por eso muchos canarios todavía callan temerosamente, si bien cunde el concepto de que no somos españoles. Y lo que es peor, como decíamos antes, podemos pasar a ser marroquíes en cualquier momento. Las leyes internacionales protegen los intereses de Marruecos y el Gobierno español, tanto el actual como aquel al que le corresponda tomar decisiones en su día sobre este asunto, poco o nada podrá hacer para impedirlo.
Por otra parte, nos congratula comprobar que va desapareciendo la idea de convocar un referéndum de autodeterminación. Esa consulta es indefendible en el caso de Canarias, pues estas Islas -también eso lo señalamos una vez más- ya estaban autodeterminadas como libres antes de la conquista genocida de los españoles. Si nos liamos con esas inoportunas tonterías, seremos devorados por Marruecos. En una época pasada de su historia, Marruecos fue un país africano que no suponía amenaza alguna para Canarias. Tampoco fue motivo de preocupación para nosotros durante su etapa de protectorado francés y español. Sin embargo, ahora, como país independiente y con grandes ansias de expansión, supone una amenaza a la que sólo podemos hacer frente constituyéndonos en nación soberana. Que no venga doña Ana Oramas a cantarnos milongas, como decíamos en un pasado comentario, sobre las aguas canarias, porque la única realidad es que nuestro Archipiélago está en aguas marroquíes.
Concluimos este editorial con unas reflexiones realizadas el pasado lunes por nuestro colaborador Infante Burgos sobre Gandhi; un ser excepcional a quien citábamos antes. De forma especial, nos parece muy bello lo que dice este hombre, liberador de la India siempre mediante la no-violencia, sobre la discrepancia de ideas de las personas: "No conozco, en el mundo, dos personas que no sostengan opiniones distintas, y como soy adepto del Gita, siempre me he propuesto tratar a todos aquellos que difieren de mí con el mismo afecto que siento por los más próximos y queridos". Como señala Infante Burgos, la "guerra" de Gandhi contra el colonialismo fue radicalmente pacífica. Así queremos que sea la lucha de los canarios contra la ocupación española".
¿Y qué ocurre, mientras tanto, con Canarias? ¿Qué sucede en estas Islas a las que el señor Zapatero ha venido como un virrey para afrenta de todos los canarios que ven en él a uno de los políticos que perpetúan nuestra situación colonial? Ocurre que no tenemos control sobre unos recursos que nos pertenecen, y que son esenciales para salir de la crisis, porque están en manos de los españoles. Así no podemos seguir. Canarias tiene que ser un país libre e independiente por muchas razones que hoy, un domingo de agosto, volvemos a enumerar. En primer lugar, nos obliga a luchar por nuestra independencia -siempre pacíficamente, como Gandhi- el respeto que le debemos a la memoria de nuestros antepasados los guanches. Un pueblo noble y pacífico, que poseía su estructura jerárquica, familiar y social y que fue masacrado sin piedad por las tropas regulares de Castilla y los mercenarios andaluces -y de otras tierras- que las acompañaban. Sólo el grito silencioso de los guanches que claman justicia desde sus tumbas tendría que despertar a todos los canarios auténticos, no a los paraestatales de CC y, dentro de este partido, a quienes se dedican a la política pura en Madrid, para complacencia de sus amos peninsulares que los tratan igual que hace un domador de circo con la foca que divierte a los espectadores; si actúa bien, le dan un pececillo como premio. A doña Ana Oramas, a don José Luis Perestelo y a don el otro les dan menos todavía. Les dan migajas, porque los españoles se han acostumbrado a contentarnos con poco. Como a los canarios que vuelan, nos ponen una lechuguita en la jaula para que vayamos picoteando, mientras ellos se zampan la parte del león que recaudan, o más bien que rapiñan, en estas Islas las oficinas de la Hacienda española.
El segundo gran motivo para ser independientes cuanto antes es la lejanía del continente. ¿Cómo puede pertenecerle a España un territorio que está en otro continente, a 1.400 kilómetros de sus costas y a 2.000 de su capital? ¿En qué cabeza puede caber semejante absurdo? Sólo en las cabezas de los españolistas -por ejemplo, Santiago Pérez, aunque no es el único; Ángel Isidro Guimerá también intentó que el Ayuntamiento de Santa Cruz se pronunciara al respecto-, así como en la testa de los amantes de la españolidad; una clase de individuos que se nos antoja más deleznable que la anterior, pues está formada, como diría ese gran patriota que es Antonio Cubillo, por "canarios de servicio". Canarios al servicio de la Metrópoli y de Las Palmas, añadimos por nuestra cuenta, a los que no les importa traicionar a su gente -como ha hecho la señora Oramas- a cambio de que la consideren en Madrid. Un grave error el suyo, pues los peninsulares jamás le tendrán respeto a un canario. De sobra saben en la capital de la Metrópoli que pueden tratarnos como les dé la gana. Lo lamentable, insistimos, son esos canarios españolistas -de servicio- que se vuelven locos de alegría con tal de complacer a sus amos. Son como lacayos que hasta hacen de felpudo para que sus amos se limpien las botas en ellos. Está también, como hemos insistido muchas veces, la amenaza de anexión de Marruecos y el imperioso mandato del Comité de Descolonización de los Pueblos de las Naciones Unidas, que ha establecido el año 2010 como fecha tope para que España libere a Canarias de su yugo esclavizante.
Ese papel servil que acabamos de mencionar lo desempeña en el Archipiélago la tercera isla, la más desangelada y la más carente de bellezas naturales, que trata de suplir sus limitaciones apoderándose de lo que tienen las demás. Incluso de sus tradiciones, costumbres y festividades. Y cuando ya no tienen más que usurpar, o esa usurpación resultaría demasiado evidente hasta el extremo de volverse contra ellos mismos, se inventan una tradición. Es lo que han hecho con la llamada Fiesta de la Rama. ¿Fiesta de la Rama?, nos preguntamos. ¿De qué rama, si ni siquiera hay una ramita en toda la isla? ¿No se han dado cuenta de que viven rodeados de secarrales con aguas salobres y calvos de montes? Sin embargo, haciendo gala de una desfachatez que no conoce límites -en buena medida debido a las ínfulas de grandeza que les infunden sus dirigentes políticos-, los canariones proclaman la fiesta de la Rama como un acontecimiento mundial. No obstante, se trata de algo inodoro, incoloro e insípido y carente por completo de gracia. Lo cual no impide que den rienda suelta a su megalomanía. Los dos periódicos que se editan en Las Palmas han publicado cifras bastante dispares en cuanto a la asistencia de personas a esa fiestecita. Uno afirma que fueron más de 50.000, mientras que otro habla sólo de 20.000. ¿Dónde están las 30.000 que faltan? ¿En el imaginario de la grandeza canariona? ¿En su "portuguesismo" crónico? Empiecen por ponerse de acuerdo.
¿Por qué, si hay tantas razones para nuestra independencia, permanece aún adormecido el pueblo canario? Está claro que el colonialismo español nos hunde. El Gobierno de Zapatero está acabando con España y España está acabando con nosotros. Sin embargo, el temor -o el terror- a la fuerza de las Fuerzas nos mantiene presos de la Metrópoli. Fuerzas que admiramos, lo decimos un día más, por su abnegación y disciplina. Ojalá fueran nuestras. Pero no lo son. Mientras estén aquí, el Gobierno de España puede utilizarlas en cualquier momento como una herramienta represora. Por eso muchos canarios todavía callan temerosamente, si bien cunde el concepto de que no somos españoles. Y lo que es peor, como decíamos antes, podemos pasar a ser marroquíes en cualquier momento. Las leyes internacionales protegen los intereses de Marruecos y el Gobierno español, tanto el actual como aquel al que le corresponda tomar decisiones en su día sobre este asunto, poco o nada podrá hacer para impedirlo.
Por otra parte, nos congratula comprobar que va desapareciendo la idea de convocar un referéndum de autodeterminación. Esa consulta es indefendible en el caso de Canarias, pues estas Islas -también eso lo señalamos una vez más- ya estaban autodeterminadas como libres antes de la conquista genocida de los españoles. Si nos liamos con esas inoportunas tonterías, seremos devorados por Marruecos. En una época pasada de su historia, Marruecos fue un país africano que no suponía amenaza alguna para Canarias. Tampoco fue motivo de preocupación para nosotros durante su etapa de protectorado francés y español. Sin embargo, ahora, como país independiente y con grandes ansias de expansión, supone una amenaza a la que sólo podemos hacer frente constituyéndonos en nación soberana. Que no venga doña Ana Oramas a cantarnos milongas, como decíamos en un pasado comentario, sobre las aguas canarias, porque la única realidad es que nuestro Archipiélago está en aguas marroquíes.
Concluimos este editorial con unas reflexiones realizadas el pasado lunes por nuestro colaborador Infante Burgos sobre Gandhi; un ser excepcional a quien citábamos antes. De forma especial, nos parece muy bello lo que dice este hombre, liberador de la India siempre mediante la no-violencia, sobre la discrepancia de ideas de las personas: "No conozco, en el mundo, dos personas que no sostengan opiniones distintas, y como soy adepto del Gita, siempre me he propuesto tratar a todos aquellos que difieren de mí con el mismo afecto que siento por los más próximos y queridos". Como señala Infante Burgos, la "guerra" de Gandhi contra el colonialismo fue radicalmente pacífica. Así queremos que sea la lucha de los canarios contra la ocupación española".
El Informador de Maspalomas.
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